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Publicado: Martes, 22 de mayo de 2012Isla CorreyeroIsla Correyero (España, 1957). Premios de PoesÃa: Cráter, Colección Provincia, 1984, Diario de una enfermera, Premio Ricardo Molina, 1996, La Pasión, Finalista Premio Mundial de PoesÃa MÃstica Fernando Rielo, 1999, Amor Tirano, Premio Hermanos Argensola 2002. ![]() Otras publicaciones: Lianas, 1988, CrÃmenes, 1993, Feroces, 1999. Incluida en las AntologÃas de PoesÃa: Las Diosas Blancas y Ellas Tienen La Palabra. Lecturas significativas y eventos literarios: Palacio Real, Madrid, 2000, Fundación Monasterio de Yuste, 2004, Festival Poetry Internacional de Rotterdam, junto a Seamus Heaney, 2005, Cumbre Iberoamericana, representando a Cáceres: Patrimonio de la Humanidad, Salamanca 2008. MI RETRATO A LÁPIZ Soy melancólica. Melómana. Trapecista en la cuerda de los sueños y el arte. Cumplo con mi destino de guerrera. Canto lo bello y lo perfecto. Bebo, fumo y esnifo. Mi mente es un rÃo caudaloso que nadie ha dominado. Soy perversa, cruel y me bañan las lágrimas a solas. Adoro la justicia y los bienes perdidos. Bramo de odio en lo alto de las cumbres si no consigo lo que busco. Esquizofrénica, locuaz e impertinente. Me gustan los licores y las sedas. Amo el destierro, los bosques y la danza. Mis aventuras escandalizan a los necios y con el dedo me gusta tocar los labios de la noche. Idolatro la luz que expresa Kubrick y el tormento exquisito de Visconti. De mà se dice que no me harto de belleza y que bebo a destiempo de los cuerpos. Vomito internamente ante lo vulgar y lo ridÃculo y desgarro mi pecho ante lo feo. Me gozo en soledad como un diamante y brillo entre celajes como nutria. De niña coleccionaba tréboles y olores, insectos y lecturas. Nunca mi espada está enfundada y he aprendido el arte de la esgrima. Me gustan las hierbas y la magia y busco el Grial para mi amo. Soy heroica, altanera y distraÃda. Me cobijo en mansiones de alquiler y no obedezco leyes ni partidos. Me gustan los vaqueros y las pieles, el lino y los trajes ajustados. Mido uno sesenta de estatura y ochenta mal medidos de busto confidente. El tacto de la nieve me subyuga, oÃr a Bach me iza y me conmueve, oler a piel me excita doblemente; ver una toma en treinta y cinco de Murnau me hace comprender qué es la poesÃa. Como el Vesubio expulso lava incandescente al recordar la Italia. Llevo siempre carmÃn rojÃsimo en los labios y altos zapatos de tacón granate. Tengo arrebatos de amor hacia cualquiera y el sexo para mà es una sombra. !Y me gusta jugar a lo que sea! Cráter (1984) GÉNESIS Bajo la yerta bóveda celeste las bichas y los perros se aparean, humos exhalan de las bocas ambos y agrándanse los falos de los mulos. Un lÃquido caliente enciende el fango y de los termiteros surge una vegetación salvaje de equisetos. Rompen el mar las hembras del escualo y los peces de luz se adentran en la sombra. Arde el amor en los cañaverales y en el iglú los esquimales arden. El hueco del volcán precisa un órgano, extremidad, vapor, espasmo y concordancia. Una guarida el oso y un prado recogidÃsimo el antÃlope. Preservad a la rana la intimidad del charco, el grito sideral de los conejos, la vigorosa sazón de los capullos y la explosión final de las bellotas. Bálanos, sangre, cataratas de semen, corran en la Historia por el peritoneo universal de las especies. Un diluvio de leche y de semillas exista para el toro, el caracol, la mantis. Caigan esporas, dispérsense vilanos, que las danzas del sexo y el cortejo despierten del sueño invernal con regocijo. Estacas, árboles y alambres, para todas las aves y sus huevos. Vuelcos para las gatas, lentitud al arácnido. Las vehementes efÃmeras hinchadas y sonoras giren sobre la luz central del foco de la luna. Las lunaciones muevan las aguas infinitas. Frecen los peces y abaniquen los huevos. Tenga la bonelia mil machos en su entraña. El elefante marino, su báculo en las hembras. La almeja, en soledad, jadeos y fusión. En las exuberantes selvas de Tanzania la elefanta se doble y caiga de rodillas. El ácaro, en el útero materno, inserte a sus hermanas. Desentierre la pallida a una recién nacida y la fecunde. Salga el escorpión buscando amor y muerte en el frÃo y nocturno burdel de los desiertos. Germinen la cebada y las glicinas, el pino y las higueras, el baobab, el yaro, la cebolla, el lino, el estramonio, el liquen y los hongos, la coca y el anÃs, la rosa en las cales ruinosas de lo muros. Galanteo nupcial, ayuntamiento, en los vaivenes granados de la tierra. Silvos y olor, penumbra, territorios teñidos de polen y de orina. Fornicación trasera en todo el orbe. Floración inacabable de la savia y de las venas. Canto de celo alzado por la vida. Reserva, provisión, maná metálico en el planeta preñado eternamente. Lianas (1988) UNA TAZA DE CALDO A mi señora, MarÃa Victoria Atencia. Amnón andaba por ella atormentado, hasta enfermar por Tamar, su hermana. (2 Samuel, 13, 2-3) Cuando yo era muy niña una mujer amada me cantaba un romance en las tardes altÃsimas del final del verano. PretendÃa dormirme con aquella canción que contaba la historia de dos hermanos moros cautivos en Granada: Ella estaba con fiebres malignas en el lecho y él, un guapo muchacho, le llevaba una taza de caldo oculta en la chilaba. Yo jamás me dormÃa porque jamás historia alguna me pareció tan bella. La ternura corrÃa caliente por mi sangre como el caldo que a ella le calentaba el cuerpo. y cerraba los ojos y veÃa acercárseme a mi hermano al que amaba más que a mi propia vida. ¿Cómo podrÃa el tiempo disipar la memoria de aquellas escaleras pintadas en un ocre maravilloso y cálido, y el mandil de la yaya con el pañuelo siempre guardado en un bolsillo, o aquella porcelana colgando en las paredes, y los relojes viejos con esmaltes gastados, y los paños de hilo componiendo figuras, y aquellos reposteros de seda descrudada cubriendo los pasteles? ¡Soñaba tantas veces con ser aquella mora enferma palidÃsima! Quizá para sentirme, como ella, asistida, por el hermano amado. Un dÃa de tormenta partimos de viaje. Y en el coche mi hermano jugaba con un coche. Una vez más cerré los ojos húmedos y me metà por dentro del juguete de plástico. La penumbra y los rayos caÃan a mi boca como cayera el caldo de la historia en la Historia. No sé qué es el incesto. Pero si alguna vez amé con amores carnales a alguien de mi sangre, fue aquella tarde hermosa de truenos y de lluvia, en el asiento azul de un coche de juguete. Lianas (1988) LA DERROTA Está sentado al fondo del salón y su carne despide frÃas llamas. Sorbo tras sorbo bebe lame la copa vagan los dedos con intenso placer mira y se inclina. El hocico de mármol lentamente aplastado contra el cristal tiñe de rojo el lÃquido los cubos transparentes la cereza. Locura son los ojos bajo el cabello negro ojos de vengador ojos rasgados indescriptibles ojos de piedra curva y verde. CaÃn salvaje corzo sorprendido sostiene un cigarrillo donde el labio flotante deja inmóvil la sonrisa. Insondable palpita el corazón lo aprieta amargo témpano resbala desgarrador el fuego de la nieve. Exhala el humo brilla la dentadura bajo la lila lámpara huracanes de luz vapor y polvo. Asà la lengua esconde desdeñoso el mohÃn huyentes los oÃdos en el rincón su imagen se refleja en un plato de porcelana azul. Mancha la perla de los gemelos con la saliva muerde los nácares gira los dientes y grácil pósase la mano sobre el muslo. Músculos tensos punzantes astas el ropaje no impide la vibración secreta de las brasas en él. Piernas abiertas potentes venas cruzan la orilla de la epidermis sedienta y rosa. Oye el adagio de Albinoni en la orquesta melancólico agita los pies y las pestañas e intensamente le sube hasta el rostro un verdino color de sufrimiento. De los ojos las lágrimas tibias caen a la mesa a la copa al reloj. Son las tres y las dalias se deshojan dejando uno a uno lo pétalos sobre una bandejita de plata y un mensaje: "Llegaré hacia las doce. No estoy serena hoy. Tuya, tu Isla." Un camarero de blanquÃsimo delantal hasta el tobillo sumisamente enhiesta la cabeza se acerca a él y sirve otra copa de lima con ginebra. Y al volverse las ruedas del botellero crujen y un gesto de desorden a los dos hombres une. -"Mozo, estrújame la mano y siéntate a beber."- Huele el ambiente a tabaco y a invierno. Con las dos manos juntas y un murmullo de cera mi presencia anotaba en este cuadernillo tal historia de amor. La noche se ha parado. Mi corazón también. Lianas (1988) LAS MEDIAS BLANCAS Tengo unas medias blancas de seda que me pongo cuando me visto el traje negro de los recuerdos. Son unas medias finas, hambrientas de fantasmas que hacen juego con pájaros interiores, oscuros. Las piernas, penetradas por estas bocas blancas, levemente se abren con signos vegetales. Los hilos amanecen en mi piel, brotan, perdiéndose, entre los elevados pensamientos más Ãntimos. En derredor: imágenes de ocupación pelviana, soberbias latitudes desde el puente atestiguan la entraña y las enaguas levantadas al vuelo. ¡Qué holgada está la tela de la falda de flores, la rodilla suavÃsima con olor a naranjas! Por los muslos se agrandan los dibujos henchidos, son copos invisibles calcinando altas cumbres. Me infunden sobresaltos, me clavan dulces flechas, tan finas son las mallas que asaltan los engarces y hasta el ocre desierto los poros me rezuman feroces destinos, presagios entreabiertos. Siento flores y manos crecer entre las piernas y más arriba el musgo tapando el azulón vellón de la albufera. No podrÃa ponerme estas medias sabiendo la gracia que se esconde, generosa en tu boca. Espumosas persisten, sin causa me rodean, temibles de tu roce, sin fatiga, explorando. Lianas (1988) PONTE DE RODILLAS, TÃO Ponte de rodillas y dime que no me has olvidado. Ponte de rodillas tÃo y pÃdeme perdón. Como cenizas como metal como ciruelas negras me he transformado sobrellevando el paso de tu sombra. Te he visto al alba con una cadena de palidez en torno de tu inmovilidad y he permanecido en una silla de leche y de madera mientras te miraba la enfermedad del corazón y el temblor respiratorio que tienes tÃo. Violentamente preparada y desmedida me he levantado de mi muerte y mi deseo para desplomarme ante tu indiferencia. La cantidad de destrucción que me has causado tÃo es como un saco de piedras atado a mi brazo derecho. He acumulado venganzas y pasiones que no son de este mundo. Solitarias y desobedecidas. Mitigar mi dolor es tan imposible como una conspiración en contra tuya. Mis enemigos son tus más patológicos amigos. Si trabajo es por ti tÃo y tú jamás has resucitado mi trabajo. Sin resurrección y sin aliento sigo a pesar de la calcinación en que me has devorado y hecho humo. Pon distancia entre tu gris vestidura y mi ascético espacio y déjame respirar cruzando el mundo definitivamente tÃo pidiéndome perdón soltándome como a una perra alada. Amor Tirano (2002) CINTA DE MOEBIUS Yo vengo de perder una batalla de la vida y otra más y otra más y otra. Pero mi espÃritu está indemne y aún puedo saltar sobre todas las pérdidas aunque sé que sin más flexibilidad y menos exactitud que en los 20 ó 25 metros de edad que tuve y ahora ya no tengo más que predicciones presagios de lo que va a ocurrir según veo a los tipos que se acercan a mis ojos según huelo sus preocupaciones según cómo sé empeñan en agradarme o en desagradarme. Eso veo. Ya lo tengo claro estoy preparada para perder y distinguir cuál será la ventaja que yo saque o cuál la captura qué parte de mi corazón se llevará quien me persiga y observe cuánto soy de vulnerable. Lo tengo claro todo eso de las pérdidas y las ganancias afectivas o las otras y no me importa perder el beneficio porque yo vengo de una habilidad de penitenciarias y en los correccionales en donde estuve siempre me dejaron muy exactamente claro que el modelo de mi conducta iba derechito a los peligros y que ganar en ellos serÃa una suerte ingrata para mÃ. De todos modos a veces he ganado una chucherÃa una bola o la pieza de un zapato. Y una vez sólo una vez gané algo complicadamente bueno algo grande y prodigioso que ahora con los años valoro más que nunca. Pero hoy ya sé que no volverá la buena estrella ni el azar a mi vida porque mi sublevación y mi trastorno están conspirando para que me hunda: Y a eso no le pondré freno ni me doblegaré. Ya tengo bastante con mi suficiencia para el dolor y una superioridad colérica para subsistir y todavÃa asombrarme de cómo entre el perder y el ganar he preferido siempre la sutil y constante ingenuidad que producen las pérdidas. Asà como si esto fuera un dulce me ahorro el terror del desengaño. Amor Tirano (2002) PERFECTUM EST Con ese perfecto brillo de triunfo en el fracaso me despedà de él mortalmente grotesco parecÃa semisentado en la cama como ajeno o maligno quién sabrÃa decir la auténtica razón el sentimiento a través de una leve sonrisa que era mueca mitad vulgaridad mitad venganza. Siete minutos antes yo habÃa sido ultrajada ofendida oralmente violada en mi desnudo pecho maltratado manchado fulminado por su mÃsero sucio esperma insoportable sus vomitivas palabras reclinadas en mi femenino cartÃlago glorioso. Y no sé qué pasó un segundo después yo me secaba tres lágrimas feroces a escondidas me enjugaba los pechos sin pecado dignÃsimos los hombros judicial la garganta sin lenguaje me reÃa del mundo mansamente me reà de la muerte con cinismo cruel lo comprendà incompatible mi enorme tristeza con la vida mi estilo con su estéril deterioro. Mi humillación fue un milagro de inspirada poesÃa disidente. Me levanté con calma de vidente actualizada pródiga en plenitud de alumbrada terapéutica. Me investà de infinita mujer que avanza sola. De rodillas se alteró el universo masculino. Transportándome fui cerré la puerta sonriendo lloré mi corazón sabiendo. Amor Tirano (2002) ANORéXICA Entre las bellas anoréxicas hay una lanzada al aire de la muerte elevándose. Obstinada la austera se cuenta las costillas y la pelvis se duerme en pie para no digerir. La bella es sangre de esqueleto translúcido es aire y huevo de lo ido de la histeria es aire de lo fugaz de la velocidad agujereada. Tensa la hermosa y rÃgida la cuerda de su cuerpo es cáustico vómito y nervios autoenvenenadores. Es como un arco a medio enloquecer prohibido sedienta hambrienta el dibujo de su estructura es sólo un pensamiento. No hay sustancia en su máquina es artificio de la crueldad su libertad su boca el estómago blanco el recto loco de sacrificio y éxtasis. Es la bella anoréxica lujosa que va a morir mañana sin desayuno con la privación de la hermosura. Amor Tirano (2002) TALENTO Dicen que sólo tiene curvas y belleza dicen de ella. Que sólo sabe caminar como los tigres hacia el gamo herido. Sólo marcar figura y arrogancia dicen. Dicen sólo impostura y gloria fÃsica en el aire. Yo digo que hay talento en esa mano en tales orejas de fosfórica pregunta transparente en esa mariposa craneal que parpadea y hace el cálculo exacto de su tiempo. Asà digo que el éxtasis que causa no puede ser fulgor cosmético y vacÃo no puede ser respiración de tigre hambriento o loco no es impostura sus temibles rasgos no lo es no lo es la encadenada raÃz de su cabeza. Hay talento y secreto en esta bella limpia fascinación y enigma del prodigio. Sólo hay que olerle el rostro y la memoria medirle los latidos y los hilos de conexión de un dedo a otro ponerla vertical profundizada y oÃr su boca germinando el mundo. Yo digo que es mujer y eso es relámpago. Amor Tirano (2002) TERMINAL Sé que voy a morir antes del próximo invierno. Pero he sembrado las patatas, el trigo y las cebollas. Sigo dando de comer a las gallinas y a los cerdos, aunque sé que voy a morir antes de las heladas. Limpio meticulosamente la casa y los corrales. Me levanto y me acuesto cada dÃa a mi hora. Sigo haciendo la comida y el café. Me limpio los dientes después de las comidas. Sigo leyendo el periódico y cosiendo la ropa. He comenzado una bufanda y unos calcetines para el próximo otoño. Salgo a la calle a hablar con los vecinos. Estoy pintando la fachada de la casa y las paredes de la casa. Me tomo las medicinas que me ha mandado el médico. Persevero en el rezo de mis oraciones. He reanudado una amistad que tenÃa perdida. Canto de vez en cuando. Lloro de vez en cuando. He plantado las flores de mi tumba. TodavÃa me enfado con mis hijos si no han hecho los deberes. De vez en cuando voy a la peluquerÃa y una vez al mes voy a mirar zapatos. He contratado un viaje a la ciudad de Viena y un entierro sencillo. Tengo mi cama preparada y la ropa que me pondrá el amigo que he recuperado. Cada noche, pienso en las cosas que aún no he podido hacer y, si recuerdo algo, lo hago al dÃa siguiente. Creo que cuando lleguen los azules momentos del invierno, estaré todavÃa trabajando. Diario de una enfermera (1996) A UN BELLO MUCHACHO CON LENTES Con el abanico te abanico los tenues matices de la luz que proyectas y, decididamente, te sublevas a pertenecerme. ¿Por qué, sensible y adorado muchacho de bucles malinterpretados, me conduces a esta pena y enrojeces inflamado de nocturna osadÃa, si henchida estoy como un alero en donde se posasen todas las aves a copular en mayo? No acepto tu desdén de virtud frágil ni el tormento prolongado a que me tienes sometida, con tus manos suaves y delgadas o ese otro suplicio procurado a que me expones, cuando, la camisa, ligeramente abandonada, me muestra la cruel fruta improbada de tu vientre. Muchacho de jazmines en la aurora callada de este acerbo dolor que me sustenta, dime: ¿Qué hay tras esos lentes, redondos cual ciruelas brillantes no mordidas o qué lugar te doy en el planeta para saberte libre y enjoyarme de luces y azahares y perderme una hora en la incomprensible pregunta de tus ojos? Cráter (1984) SIN SER ESCLAVA ESCLAVIZADA Mi amigo es una estatua de fuego prehistórico, desnudo guerrillero con luto planetario en las mejillas. Voluntariosa boca. Pulso enguantado para mi tristeza. Tres dÃas paso esperando su dulce estampido hasta mi lecho y en tres minutos escribo con su piel pájaros y animales. Yo le traigo a mi amigo el corazón salvaje que me da su hermosura, la pálida fatiga de haber sido su amada en las noches de caza cuando bebÃamos juntos. Mi amigo es triste, estético y dramático. Ordena. Disimula. Convive con la luz. Es pueril, enigmático, sediento, simple o simplemente un hombre, tórax de Rodin para mis brazos. Cráter (1984) A SETAS Salà una tarde de Noviembre a setas. Glacial caÃa el sol por mi vestido. Al fondo, la ciudad, por la barriada más pobre, azuleaba poco a poco. Cerca del bosque me encontré a ese hombre de ojos inmensos tras las turbias gafas, todas las alas bajas de los pájaros color mostaza, estaban en sus ojos. Recuerdo su librito y el sombrero, el anorak azul y su cuchillo, llevaba el palo al cinturón, la cesta, casi de colegial, de mimbre blanca. Entramos en el bosque, aquel silencio malignamente se iba deformando. En el calor geológico de Otoño se puso vertical la galamperna. Las hojas rojas con sus podredumbres cubrÃan el suelo de residuos ácidos. Las ramas destruidas espumaban el plan fatal que en mà se iba forjando. Yo no sé en qué momento aborrecible la criminal acción pasó por mi cerebro. Pudo ser el olor aquel a carne mezclado con la noche, ya enfilada. Sólo sé que sus ojos tras las lentes eran más bellos, cada vez más grandes, dos setas ámbar de unos diez centÃmetros, más comestibles, más resplandecientes. Cabizbajo, le di tres golpes secos: uno en la nuca, dos en la mandÃbula. Cayó marfil, tornado a mi mirada. Quise sus ojos, cada vez más fijos. Los recogà en mi cesta, crudos, frágiles, envueltos en un kleenex sonrosado. Salà del bosque; de repente, el mundo, a soledad, a invierno, variaba. CrÃmenes (1993) EL VUELO DE LAS AVES Con unos ojos de cristal más negros que la noche nos miraba y venÃa esquizofrénico perdido, con un punto en la voz de niño enfermo, tambaleándose en la moto, dándoselas de hombre valiente, pero asustado y raro, melancólico. CarecÃamos de experiencia para saber si sufrÃa por amor o de algo sobrenatural. No fue fácil sentarlo al borde de la fuente de la plaza y serenarlo con una coca-cola. No quiso hablar en mucho tiempo, ni explicarnos de quien era la sangre que le empapaba la camisa y el plumas. Tampoco supimos hasta tres años después que aquel fue el primer crimen de aquella criatura extraña, amigo nuestro, que precipitó nuestro sentido de la realidad y de la muerte. CrÃmenes (1993) LOS LÃMITES Para Emil Necesitamos testimonios que enciendan en nosotros el recuerdo de lo más profundo. Cuan éramos niños tenÃamos un margen de conciencia dedicado al Resplandor. PodÃamos ver más allá de los nombres y las cosas. Arder de amor por los pobres y los muertos. Visitar regiones invisibles atravesando las azules tinieblas de las habitaciones. TraÃamos de aquellos lÃmites -siempre frágiles- descalzos los pies, una peligrosa tristeza y extrañas imprecisiones en el vocabulario. Y, cerrando los ojos, volvÃamos a ver con claridad lo que habÃamos penetrado y descansábamos, como dormidos, en el regazo de nuestra madre que nos creÃa y jugaba con nosotros, otra vez, a retirarnos de la muerte. CrÃmenes (1993) LA AMBULANCIA Me han elegido para entrar en la muerte de una niña. La ambulancia transcurre por la carretera con su memoria de meteorito. De Madrid a Gerona nos ganará la noche. Yo controlo los brazos de la enferma desnuda y reviso el pliegue cabalÃstico y frágil de su garganta afónica. El suero cae buscando la vena azul de su radiografÃa. Brilla el oxÃgeno sobre mis guantes blancos y dibuja inscripciones en mi nariz poética. El misterioso conductor nos mira desde el poniente imán de su espejo difuso. Los coches que cruzamos van vivos de miradas poderosas. Se agradece la marcha vigilante que, de pronto, sobre el cristal central, la nieve nos choca como un sueño. Yo comienzo a temblar porque mi enferma me ha hecho una caricia sobrehumana. Sus ojos de dolor de cuatro años están terriblemente abiertos y distintos. Tengo su mano agonizante y frÃa sobre mi muslo tenso y absoluto. Me pide a su mamá, a su voz de agua: agua, agua. Dieta absoluta son ya las lejanas órdenes del médico. Agua y amor me pide la que muere. De una bolsa de suero glucosado le doy a la privada criatura un sorbo, un sorbo lento. Traga, traga, mi amor, mi amor, mientras me acuesto a su lado besándonos, me muere. La ambulancia prosigue su camino hacia un lugar que no existe en el mundo. La madre esperará cien noches, aterrada, en la terraza. Diario de una enfermera (1996) MUERTE DE UN NIñO Es misterioso ver morir a un niño enfermo. (La piedad no existe para quien observa la belleza). Su corazón continúa deslumbrando la cama. Durante el dulce ejercicio del pecho desnudo, la boca contiene una profunda sombra que alienta todavÃa. No pesa nada un niño cuando se está muriendo. Es una leve pluma que va cayendo a un patio y, como cae la nieve, se aposenta en la noche. ¡Oh pequeño empujado! ¡Rey deshaciéndose, valientemente serio! Tus lÃvidos temblores aún están recibiendo las palabras queridas. Tus dedos casi azules quieren tocar el aire. Por obra de la luna un almendro florece. A lado de la cama ya hay vibración de hierba. El polvo de la muerte te he cambiado los ojos y caes, sin movimiento, al último latido. (la piedad no existe para quien estudia la belleza) Diario de una enfermera (1996) PERO SE MUEVE ¡Oh médicos malditos! No me digáis que me he quedado huérfana. No me digáis que ha muerto mi vertiginoso. No. Mi mano lo acaricia desde el cerebro a la uña azul del pie, mi mano con la suya, terriblemente frÃa, deja pasar el aire y se convierte en pasadizo de humo. No está inmóvil ni frÃo. Yo veo como se mueve la ventana y él se mueve desde lo hondo de mis ojos, se mueve para mÃ, se mueve con los pájaros que vienen del ensueño. Tiene el temblor de una tormenta negra, la constante temperatura de la piedra en la casa. Su lecho dolorido me dice que él existe, su colchón empapado de nieve y de saliva, de sangre levitando sobre las cuatro patas. él existe y se mueve. Va a exigirme un compacto de Sibelius, está pidiendo pan y se levanta, de lo invisible a la arrogancia de su miopÃa, me está pidiendo la velocidad para volverse. Y ahora está de pie, cerrando la ventana. Ha vuelto a mi dulzura, a mi diálogo de histérica, vuelve la furiosa función del miocardio, vuelve de las flexibles tablas de la justicia. Ha vuelto para mÃ. Toco su pecho. Me veis: Hablo de él como si nada hubiera sucedido. ¡Oh médicos malditos! Diario de una enfermera (1996) ORACIóN EN EL HUERTO Triste está mi alma hasta la muerte. El ángel viene a mantener mi angustia y duda de las lágrimas de sangre que corren hasta la tierra. ¡Padre! ¡Apártame este cáliz negro! No me abandones ahora en esta madrugada. Tengo miedo, Judas, tengo miedo. Pero no se haga mi voluntad amarga sino la tuya, Padre, azul. La noche está inclinada. Las estrellas se han movido definitivamente. La Pasión (1999) |
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